Wingardium leviosa!

País de nunca jamásLa primera vez que vi Peter Pan, me sentí especialmente impresionada por ese momento en el  que la madre de los niños les dice que, cada vez que alguno afirma no creer en las hadas, una de ellas muere. Yo siempre he creído en las hadas. En todas. Y esas pequeñas ninfas de alas transparentes, largos cabellos ensortijados y destellos luminosos que hacen brillar los bosques han sido durante mucho tiempo una fuente de inspiración para mí. Seguramente porque creo en la magia y estoy convencida de que algunas personas tienen ese don especial, esa música que hace que suenen campanas cuando las conocemos.

Por alguna bendita razón, nuestro corazón está siempre preparado para escuchar esas campanas y poder así distinguir a las hadas que nos rodean y colorean nuestra vida. En el fondo, crear dulces es también un modo de hacer magia, de convertir sueños en realidades, de pintar sonrisas en días invernales.

Hoy he visto que salía el sol, que mi promesa de abril empieza a parecer posible y he recordado el cumpleaños de mis sobrinas Paula, Natalia y Marta, para el que que me atreví con una tarta con forma de libro de Harry Potter: un bizcocho de chocolate rectangular, una crema de cookies para el relleno, ganache de chocolate con leche como cobertura y mis primeras figuritas de fondant, pues hasta ahora, todos mis intentos se habían limitado a una flor. Jamás pensé que pudiera lograr dar forma al sombrero seleccionador, un pergamino, las gafas de Harry y, sobre todo…la snitch, con sus largas alas doradas:

Tarta Harry Potter 1

Pero lo mejor de todo es que la tarta estaba….taaaaan rica…

 

Tarta Harry Potter 2Magia es también dar con la receta perfecta de la Tarta de zanahoria, en realidad más británica que americana pero que, en cualquier caso, nos llega de fuera y está muy, muy de moda últimamente. Aquí la tenemos, con su inconfundible frosting de queso:
Tarta de zanahoria 1

 

Claro que también podemos hacer un relleno y una cobertura de chocolate negro y decorar con un simple lazo dorado. El resultado es perfecto para un regalo, o una sorpresa de domingo…

 

Carrot cake1

Pero magia, magia de la de verdad, es ir a una reunión nacional de periodistas para hablar del futuro de nuestra profesión y que alguien reciba de pronto el esperado mensaje en forma de anuncio de trabajo y más de un centenar de personas comiencen a brindar, a abrazarse, a reír, porque a un compañero le ha cantado un teléfono que su deseo llevaba la papeleta de la suerte. ¿Es cierto o no que existen las hadas?

Este fin de semana, el grupo de «plumillas» de Castilla y León nos hemos vuelto más felices a casa. Sabemos que hay grandes dificultades, que hay que reorientar nuestro trabajo y realizar aún muchos sacrificios pero, en medio de todo ello, una persona escuchó vibrar su móvil y gritó:

¡A volaaar!

Castilla y León en Santander

 

 

Keep calm and…make it posible

Llevo algún tiempo queriendo escribir sobre aquellas personas que nunca dicen no, que todo lo ven posible, incluso lo más complicado o costoso, y siempre responden con una sonrisa aunque les duela el alma o les castigue la vida con problemas y dificultades que, sin embargo, no dejan traslucir, en una actitud tan difícil como generosa.

Parece mentira, pero existen. Y conocerlas nos cambia la vida. Sí, porque en plena crisis económica, de valores, de ideas, cuando todo parece aliarse en contra nuestra, sigue habiendo seres humanos capaces de mantener la calma y hacerlo todo fácil, aun cuando no lo sea. Y eso nos reconcilia, y de qué manera, con el ser humano.

En los últimos tiempos, he venido manteniendo una particular cruzada contra una parte del comercio vallisoletano, completamente retrógrado e intolerante, que no entiende que, si los tiempos cambian, también deben hacerlo las estrategias. Se oponen a las transformaciones, a alterar las viejas costumbres y a adecuarse a las nuevas demandas de los compradores; pero lo peor es que cuanto no desean para sí mismos tampoco lo quieren para los demás y demonizan continuamente lo que no les conviene; incluso amenazan a los que’ osan’/ ‘osamos’ opinar sobre sus planteamientos.

En el polo opuesto a esa actitud, que no hace sino ‘manchar’ nuestra imagen como ciudad, hay comerciantes que entienden muy bien la frase «a grandes males, grandes remedios», a los que admiro y de los que me considero una seguidora incondicional. Han diversificado producto y adaptado horarios para acercarse a sus clientes y han interiorizado con gran sabiduría la nueva realidad de que esto, o lo construimos entre todos, o no habrá futuro. Son los que hacen realidad el «make it posible».

Reconozco tener una inmensa suerte, porque a mi alrededor  hay personas increíbles para quienes no existe la palabra ‘no’ y todo esfuerzo merece la pena. Una de ellas es Sagrario, la propietaria de una pequeña tienda de telas al corte llamada «Azalea», en cuyo escaparate se mezclan los rollos de sedas, crepes y linos con los tocados que hace María y las muñecas tilda de Arime. Su almacén sirve de improvisado atelier para varias modistas y, entre las páginas de sus revistas de moda, se esconden los bocetos dibujados por sus clientas que así, de cualquier manera, tratan de aproximarse a diseños de vestidos.

Sagrario sabe cuándo entra pero nunca cuándo sale y, sin embargo, jamás he escuchado de sus labios un reproche, ni han dejado de sonreír sus ojos. Creo que si su mini tienda fuese más grande, venderían en ella todas creadoras artesanas de Valladolid, porque si de algo estoy segura es de su generosidad para con todas esas personas que necesitan de un lugar donde exponer su Boda en Aviléstrabajo.

Y lo sé porque de su tienda han salido los vestidos con los que he acudido a las dos últimas bodas a las que he estado invitada:Nacho 1

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por eso, a Sagrario y a todos los que, como ella, guardan una varita debajo de la almohada para hacerlo todo posible y saber plantar cara a las dificultades sin ser, precisamente, un gran centro comercial, dedico un dulce especial, tan chic como los macarons de café, mis favoritos,  para disfrutarlos durante estas vacaciones. La receta está sacada del blog de Alma Obregón, «Objetivo Cupcake Perfecto», del que ya hemos hablado muchas otras veces, porque no solo es bonito visualmente, sino realmente útil y completo; además, todo lo explica realmente bien y ¡es tan divertida!

Ingredientes: 120g de claras a temperatura ambiente (o 3 claras de huevos XL), 100g de harina de almendra, 200g de azúcar glass, 40g de azúcar blanco, 2 cucharaditas de extracto de café y cacao en polvo para espolvorear.

Elaboración: Tamizamos bien el azúcar glass y la harina de almendras. Lo mezclamos. Montamos a punto de nieve las claras. Una vez están montadas, añadimos el azúcar blanco. Cuando la mezcla está brillante, añadimos el extracto de café. Batimos de nuevo. Incorporamos la mezcla de azúcar y almendra con ayuda de una espátula.Con movimientos envolventes, y tratando de que no se bajen las claras, mezclamos hasta tener una masa homogénea. Llenamos la manga pastelera, con la boquilla 12 de Wilton, y hacemos círculos de unos 3 – 4 cms de diámetro. Se puede usar papel de horno colocado sobre una bandeja antiadherente, o un tapete de silicona.  Una vez los tenemos en la bandeja, le damos un golpe seco a la misma para que se escapen las burbujas de aire. Tamizamos cacao por encima y esperamos hasta que estén secos por fuera y al tocar no se noten pegajosos (alrededor de 1 hora)  Pasado ese tiempo, horneamos a 170º unos 10 minutos. Si todo va bien, les saldrá un pie debajo. Los sacamos y los dejamos enfriar:Macarons caféJPG

Se pueden rellenar de crema de café, y seguramente estarán mucho mejor, pero yo esta vez hice una ganache de chocolate negro, para buscar un cierto contraste; además, es muy fácil: basta con poner a hervir 100 ml de nata, por cada 100 gr de chocolate. Una vez que la nata empiece a burbujear, se le añade el chocolate troceado, se remueve hasta que se integre y ya está. Cuando se temple, estará listo para su utilización. Rellenamos los macarons utilizando una manga pastelera y ¡volilà!: el bocado perfecto para saborear el día…

Es increíble… veo de nuevo «El club de los poetas muertos» y pienso qué otra cosa puede describir mejor el valor de la poesía en nuestras vidas. Lejos de las fórmulas matemáticas y de lo «perfecto», la poesía es la magia, luces en la oscuridad, la fragancia de lo posible, cuando se quiere.

Lazos invisibles

» Para Ana, con todo mi cariño y en recuerdo de aquellos tiempos que, evidentemente, fueron mejores»

Con esta dedicatoria, me firmó su último libro un buen amigo, conocido en las lides de la política y el periodismo, durante un viaje de fin de semana realizado a Soria hace unos días. Y mientras regresaba a Valladolid y los paisajes iban sucediéndose a toda velocidad por la ventanilla, como fotogramas de una película, pensaba que -ciertamente- ahora que la mediocridad se ha instalado tan cerca de nuestras vidas y cada vez cuesta más encontrar seres brillantes y generosos a los que admirar, algunas de esas personas importantes de las que hemos aprendido se sujetan a nosotros mediante lazos invisibles.

Son los mismos lazos que nos unen a los amigos, que permanecen ahí y resurgen de entre las cenizas con solo chascar la cerilla y prender una llama. Estamos todos tan desmotivados y acobardados por nuestros pequeños y grandes miedos, que no nos damos cuenta de que aún existe algo mucho más fuerte debajo de esas miserias que hoy lo ocupan todo. Y ese algo nos conecta de nuevo, aunque pase mucho tiempo, y permite que vuelvan a brotar sonrisas y recuerdos.

Puede que el lazo invisible más potente sea el que nos une a nuestras madres, cuyo día acabamos de celebrar. Si cierro los ojos, pienso en la mía trasteando en la cocina, con aquellos vestiditos setenteros y esos cardados imposibles, preparando bocadillos de Nocilla y cosiendo en su máquina Singer los dobladillos de las falditas tableadas de nuestros uniformes, hasta dejarse la vista con cada puntada…Sí, se vuelven pesadas y parece que jamás se cansan de preguntarnos las mismas cosas pero…¿cómo seremos nosotras cuando cumplamos veinte años más?

Creo que el amor de una madre es el único verdaderamente incondicional, pase lo que pase y decidamos lo que decidamos. Así es la mía, con sus luces y sus sombras, sus aciertos y sus errores, pero siempre con la mano tendida y la puerta abierta; y eso refuerza y afianza mi lazo invisible con ella.

Hacer un pastel especial parece bien poca cosa, pero es una de mis preferidas cuando quiero expresar lo intensamente que deseo vivir una celebración. Por eso elegí para el Día de la Madre la tarta más bonita de cuantas dan fama a la afrancesada y espectacular confitería Miette de San Francisco: el Tomboy Cake:

Tiene su dificultad, desde luego, pero ¡merecía la pena!, así que abrí este fantástico libro de recetas dulces de Miette y, con algunos cambios e incorporaciones, me puse a la faena:

Ingredientes para el bizcocho:
1 y 1/2 cups de harina (190 gr)
1 y 1/4 cups de cacao en polvo (yo usé Hershey) (115 gr)
1 y 1/2 cucharadita de bicarbonato
1/2 cucharadita de levadura química
3/4 cucharadita de sal
1/4 cup chocolate negro (70% de cacao) cortado en trozos muy pequeñitos (45 gr)
1 cup agua hirviendo (240 ml)
1 cup de buttermilk (240 ml)
1/2 cucharadita de extracto de vainilla
2 huevos tamaño L a temperatura ambiente
1/2 cups de aceite vegetal, de girasol, por ejemplo (120 ml)
2 y 1/4 cups de azúcar (500 gr)

Aclaraciones: el cacao que se vaya a usar no debe llevar Dutch Process, como ocurre con casi todos los cacaos europeos (el de Valor, por ejemplo), por eso utilicé Hershey Cocoa.
Si no encuentras buttermilk, se puede hacer añadiendo a la leche una cucharada de zumo de limón, revolviendo y dejándolo reposar diez minutos antes de utilizarlo.

Elaboración: tamizamos la harina, cacao, bicarbonato y levadura química y reservamos. En un bol, ponemos el chocolate muy picado y añadimos el cup de agua hirviendo, revolvemos hasta que se haya disuelto por completo el chocolate en el agua y dejamos enfriar al menos 15 minutos. En otro bol, mezclamos el buttermilk y el extracto de vainilla.
Ponemos las varillas a la batidora y batimos los huevos a velocidad alta hasta que estén esponjosos (unos 2 minutos). Reducimos la velocidad al mínimo y empezamos a añadir el aceite muy despacio; una vez incorporado el aceite, ponemos a velocidad media unos 30 segundos para asegurarnos que está bien mezclado. Volvemos a la velocidad mínima y añadimos el agua con el cacao, el buttermilk con la vainilla y por último el azúcar, y batimos hasta conseguir una mezcla homogénea.
Empezamos a añadir la mezcla de harina y cacao con una espátula, poco a poco, para asegurarnos de que no quedan grumos en la masa.
Una vez lista, dividimos la masa en dos (esta receta da para 2 tartas) y una de las partes la dividimos en 3 moldes de 15 cm que habremos engrasado con mantequilla.
Colocamos los moldes en el horno precalentado a 170º unos 30 minutos o hasta que al pinchar el centro con una aguja, salga limpia. Sacamos los bizcochos del horno y dejamos enfriar dentro del molde unos 20 minutos, después desmoldamos y dejamos que sigan enfriándose sobre una rejilla. Cuando estén totalmente fríos, envolvemos en papel film y guardamos en la nevera.
Buttercream de merengue suizo
 Ingredientes:  100 gr de claras pasteurizadas bien frías, 200 gr de azúcar glass, 1 cucharadita de cremor tártaro, 300 gr de mantequilla sin sal, (lo sé: bomba calórica, pero está impresionante), 1 cucharadita de vainilla, colorante rosa.

Elaboración: lo podemos hacer con la Thermomix, o la Gourmax. Para ello, ponemos la mariposa en las cuchillas y echamos las claras, que estarán bien frías, el cremor tártaro y el azúcar glass (debe ser industrial); programamos 8 minutos, temperatura 50º, velocidad 3 y 1/2. El merengue estará muy blanco y brillante y hará picos, pero no muy estables. Metemos el vaso de la máquina en el frigorífico durante una 1/2 hora o hasta que lo toquemos y notemos frío, así la mantequilla no se derretirá demasiado impidiendo que se monte la crema. Mientras, vamos preparando la mantequilla, que estará a temperatura ambiente, cortándola en tacos pequeños. Sacamos el vaso del frigorífico y lo montamos en la base de la máquina, poniéndola en marcha sin programar tiempo, a velocidad 1.

Vamos echando por el bocal poco a poco los tacos de mantequilla. No incorporamos el siguiente hasta que el anterior esté completamente integrado; cuando nos queda poca mantequilla, puede parecer que la crema se corta, pero casi enseguida se nos va a montar y adquirirá la consistencia adecuada. Cuando incorporemos toda la mantequilla, añadimos la esencia (yo puse una cucharada de fresa en pasta, pero podría ser mermelada también) y el colorante y mezclamos 1 minuto más a velocidad 3 y 1/2.

Rellenamos una manga pastelera y ponemos el buttercream entre las capas, de afuera hacia adentro.

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En la capa de arriba hacemos lo mismo, pero alisamos el interior con una espátula y decoramos con una rosa de fondant, ¡mi primera rosa de fondant!

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Esta semana, mientras veía la lluvia golpear los cristales, pensaba en lo mucho que le está costando abrirse paso a esta tardía primavera. Arcos de San Juan de Duero

Los tímidos rayos de sol, que ya van asomando, auguran que todo renacerá de nuevo porque está ahí, como siempre, igual que esos arcos sorianos de San Juan de Duero, que contemplan el paso de los siglos y permanecen casi intactos, como los lazos invisibles que nos unen a las personas importantes, esas que nunca nos decepcionan aunque no siempre acierten.

Mi pensamiento alegre

Oración papáLa primera vez que vi «Hook», me sentí atrapada para siempre por aquel Peter Pan mayor y fondón que se había olvidado de volar, de su sombra cosida por Wendy, de Campanilla, Garfio y hasta de los niños perdidos en el País de Nunca Jamás. Pero la magia de la película y de la historia se resume en el momento en que Peter, del que todos se mofan porque no es capaz de elevarse, ni de cacarear, pues ha envejecido y ya no sabe quién es, recupera su identidad gracias a un pensamiento alegre. Sí, ya lo sabemos: cada vez que nos entristecemos o dejamos de dar palmas, muere un hada…

Ahora que se acerca la noche más mágica del año, la noche de los sueños infantiles y de los deseos no siempre revelados, he recibido el regalo más increíble e inesperado, mi pensamiento alegre para afrontar el año nuevo y lograr volar otra vez. Supongo que tiene más de sesenta años, porque se trata de una oración de Nochebuena escrita por mi padre cuando era un joven estudiante y acababa de salir del pueblo. Esa oración, perdida entre fotos y papeles viejos, como las canicas de Tootles, ha sido recuperada y enmarcada y se convirtió en la sorpresa de esta Nochevieja, mientras brindábamos por el número 13. Y ahí está, en la entrada de mi casa, junto a la corona de Adviento, llenando de buenas vibraciones el nuevo año que empieza.

Había prometido una receta de polvorones antes del fin de la Navidad. Puede que sea el dulce que más disfruto duante estos días por su finura, su toque de canela y esa fragilidad que luego se transforma en una explosión de sabor. Me encanta. De modo que ahí va la mejor receta de polvorones que he podido encontrar hasta ahora. Su autora es Auro, aunque en realidad yo la encontré en Petitchef.  Y garantizo que nada tienen que envidiar estos mantecados a los de la mejor confitería:

Ingredientes:  90 gr. de azúcar glass, 600 gr. de harina, 50 gr. de almendras crudas, 180 gr. de manteca de cerdo a temperatura ambiente, 1 cdta. de canela y 1/4 de cdta de clavo molido (esta es una aportación mía)

Preparación:  Esta receta está hecha con Thermomix, pero se puede utilizar Gourmax u otro robot de cocina que tengamos. Echamos en el vaso las almendras y la harina y pulverizamos durante 20 segundos, vel. 9. Programamos 30 minutos, 100º, velocidad 4, quitando el cubilete para facilitar la pérdida de humedad. Como la tapadera se irá llenando de agua condensada por la parte de abajo, lo mejor es parar varias veces durante el proceso (dos o tres) y secar bien la tapadera por debajo para que el agua no gotee de nuevo sobre la harina. Una vez acabado el tiempo, retiramos del vaso y pesamos la mezcla. Debe haber 550 gr. Si sobra algo, hay que retirarlo y lo dejamos enfriar. A continuación, ponemos en el vaso el azúcar reservado y añadimos la manteca de cerdo, la canela y la mezcla de harina y almendras, ya fría. Amasamos 30 segundos, velocidad 6, ayudándonos con la espátula. Queda una masa muy densa y con aspecto como arenoso, pero con el reposo en la nevera se compacta. Sacamos la masa del vaso, hacemos una bola, metemos en una bolsa de plástico y dejamos reposar en el frigorífico, al menos una hora.

Después, estiramos la masa entre dos láminas de papel vegetal, delicadamente, dejándola de 1 cm de grosor. Cortamos con un cortapastas y colocamos sobre la bandeja engrasada o cubierta con papel vegetal. Introducimos la bandeja en el horno precalentado a 150ºC durante 10 ó 15 minutos. Retiramos del horno y, una vez fríos, espolvoreamos con abundante azúcar glass: Polvorones

Han sido unas Navidades muy intensas en mi cocina. Siempre es un placer poder endulzar la vida de las personas más cercanas. Esta vez no han faltado tampoco mis panettones, que ya expliqué en otra entrada de hace unos meses. Aquí están, ya preparados para regalar a algunos amigos especiales:

panettones de regalo

Hoy voy a dedicar mi entrada a esas personas cuya sensibilidad les permite mirar más allá de lo visible. Ellas sí pueden sentir la magia, cuando se cuela en nuestras vidas, y por ello esta noche, como haré yo, se acostarán pensando que algo extraordinario ocurrirá en ese tiempo que transcurre entre la vigilia y el sueño, allí donde solo los niños eternos saben llegar. ¡¡Dad palmas, que todavía es Navidad!!

La ruta de las estrellas

Nunca había estado en Santiago un 25 de julio, durante su fiesta grande, y tengo que decir que cuando lo hice, hace ahora dos años, sentí como nunca el pinchazo de la energía, de la magia que encierra este camino milenario, la calle mayor de Europa, que atrapa a tantos peregrinos y nos conduce al lugar donde, descansen o no los restos de Santiago el Mayor, nos indica la ruta de las estrellas.

Es un paisaje de mochilas, pies doloridos y caras rotas por la emoción. Sudor y lágrimas. Fe. Promesas. Pasión. Me inspira tantas cosas, que no puedo reflejarlas solo con palabras. Hace dos años, en ese viaje a Santiago invitada por mi amiga Luisa Fernanda, también periodista, instalada en la capital gallega desde hace ya un tiempo, compartí con miles de personas una cena improvisada en el suelo de la Plaza del Obradoiro, durante la víspera del día del Apóstol, mientras esperábamos el espectáculo de luz que se proyecta sobre la fachada de la catedral. Me pareció imponente el momento, como si algo sobrenatural iluminara aquellas piedras que todos contemplábamos extasiados. Santiago es….Santiago, y el camino es el camino.

Tengo esa tarea pendiente. He hecho algunos tramos: el primero del camino francés, desde Roncesvalles, y varios de los que transcurren por Castilla y León, pero imagino que nada comparado con la experiencia de compartir noche en un albergue con otros peregrinos, o ver amanecer en ruta. Por eso, antes de que finalice el mes de julio, he querido hacer un homenaje al camino con una Tarta de Santiago.

Hay muchísimas recetas en Internet, y con muy buena pinta por cierto, pero yo esta vez he ido a lo seguro con un preparado que he encontrado en una tienda ecológica de Valladolid, llamada Écolo.

Me encantan estas tiendas donde todo es natural y se venden, además, artículos tan diversos y en ocasiones tan prácticos como este dulce, que se presenta como una tarta de almendra de producción ecológica, o como reza en un lateral de la caja: «La tarta de Santi el peregrino»

Este preparado, que no tiene gluten, lo firma la empresa Porto-Muiños y lo único que hay que hacer es batir cuatro huevos e ir añadiendo poco a poco el contenido de uno de los sobres del interior, hasta que esté todo bien mezclado. Luego se mete en el horno y en aproximadamente media hora, la tarta está hecha. En el paquete viene también una cruz de Santiago de cartón, para que la decoración sea la tradicional.

El preparado contiene todos los ingredientes de una tarta de Santiago «de toda la vida», aunque con una novedad: el color algo verdoso del azúcar glass de espolvorear, proporcionado por el alga kombu de azúcar. Por chocante que resulte, el sabor dulce está garantizado, aunque yo reconozco que el color no me acababa de convencer, y eché por encima un poco de azúcar glass normal; tal vez por eso se aprecie en la foto que la cobertura no es muy lisita…

El preparado se puede conseguir en supermercados ecológicos y tiendas gourmet. También es posible adquirirlo on line.

Julio… el mes del apóstol Santiago, de mi cumpleaños, de mis recuerdos veraniegos más intensos… El sol está tan, tan alto, los días son aún largos y el olor a lluvia de las tardes de tormenta lo hace todo extrañamente especial…

Me despido hoy con uno de esos momentos irrepetibles: un atardecer de julio, tras una etapa del camino, en el albergue de San Antón, en Castrojeriz (Burgos) con el gran Julián Campo. Querido amigo, allí donde estés…cuídanos.

La joya de la Corona

Hace algunos años visité Bruselas por primera vez. En realidad era un viaje de trabajo, pero fue tan especial que ,siempre que regreso a esa maravillosa ciudad, recuerdo algunos de los momentos vividos entonces con los dos únicos periodistas que compartieron aquella experiencia conmigo: Rome y Julián. Nos sentíamos como príncipes en un entorno de palacios, jardines e iglesias góticas. Y descubrimos que una ciudad cosmopolita puede transformarse también en un mágico cuento de hadas, como si la casita de Hansel y Grettel se hubiera desplegado a modo de  troquel ante nosotros.

Las tiendas de chocolate son auténticas joyerías: elegantes, distinguidas, y llenas de luz para disfrutar del espectáculo. Pero para mí Bruselas supuso también el descubrimiento de la joya de la corona, el dulce entre los dulces: el marrón glacé. De un solo bocado, el placer y la delicadeza se funden en ese delicioso fruto cubierto de almíbar…

No es nada fácil hacer marrón glacé. Yo lo he intentado, pero las recetas más fáciles no son las que mejor resultado dan y las más difíciles, con gasas y varias cocciones, implican una gran inversión de tiempo y laboriosidad…no me extraña que el precio del marrón glacé sea tan elevado: tiene realmente su por qué. No obstante, yo me puse a la faena con las castañas que traje del Bierzo y, aunque no me quedaron muchos ‘marrones’ enteros, los utilicé para adornar un bizcocho que elaboré con el resto, siguiendo una receta del blog «Cosas de la vida» realmente maravillosa: bizcocho especiado de marron glacé. A mí me quedó así:

Y esta es la receta:

Ingredientes: 150 gramosde harina,125 gramosde mantequilla,125 gramosde azúcar glass,150 gramosde crema de marrón glacé, 1 yogur griego, 1 c/c de levadura, 3 huevos, 1 c/p de canela y 1 c/p de jengibre (ella añade alguna especia más, pero a mí esto ya me pareció suficiente) Glaseado: zumo de naranja, unas gotas de zumo de limón, 2 c/c de moscatel y azúcar. Relleno y decoración: crema de castañas, mermelada de castañas, hilos de caramelo y algún marrón glacé.

Elaboración: ponemos en un bol los huevos y el azúcar, y batimos con las varillas eléctricas hasta que doblen su volumen. Añadimos la mantequilla en pomada, el yogur y la crema de marrón glacé, mezclamos y añadimos las especias, la harina y la levadura, y mezclamos de nuevo.  Untamos el molde ( o moldes individuales) con mantequilla y espolvoreamos con un poco de harina; a continuación lo rellenamos con la masa y horneamos a 180º C hasta que el bizcocho esté hecho (comprobamos con un palillo) Después desmoldamos y dejamos enfriar. Partimos el bizcocho por la mitad de forma transversal y lo untamos con la mermelada de castañas, volvemos a tapar y pincelamos con un poco más de mermelada por encima. A continuación bañamos con el glaseado y lo dejamos secar. Para hacer el glaseado basta con mezclar todos los ingredientes en un recipiente. Si lo ponemos al fuego, queda caramelizado. El toque final serán los marrón glacé y los hilos de caramelo sobre el glaseado…

Aunque tengo pendiente hacer marron glacé sin que se me rompan la mitad de las piezas, sé que también repetiré esta tarta. ¡¡¡Le encantó a todo el mundo!!!

Ese humeante café…

Tengo que reconocer que una taza de café cremoso, con su placentero aroma, nos devuelve la vida cada mañana en el desayuno y nos invita a la tertulia en cualquier momento del día. Para mí, además, tiene incontables matices literarios; por eso me encanta reunirme con familia o amigos alrededor de un buen café.

Hace unos días visité la tienda que Nesspresso  ha abierto en el centro de Valladolid. Son todas tan bonitas…Además de comprar cápsulas para una buena temporada, probé unos biscuits de naranja maravillosos que me parecieron sencillamente insuperables. Como soy una mujer de retos, me puse a buscar recetas de galletitas con esa textura: crujientes por fuera, pero blanditas por dentro, como una pasta de té. Entre todas las que pude encontrar, me quedé con una del blog Dulce Antojo, que ha hecho las delicias de mi familia este fin de semana. Aquí tenéis la receta:

Ingredientes: Para la masa: 200 gr. de manteca, 150 gr. de azúcar, 3 huevos, 100 gr. de cáscara de naranja, 400 gr. de harina, 100 gr. de fécula de maíz. Para el glasé de naranja: 500 gr. de azúcar, 200 cc. de zumo de naranja, 250 gr. de azúcar glass y 20 cc. de zumo de limón.

Elaboración: mezclar en un bol la manteca, los huevos y la cáscara de naranja, muy picada. Reservar. Realizar una corona con la harina y la fécula previamente tamizadas. Agregar en el centro el azúcar y la preparación de manteca y huevos. Unir los ingredientes con espátula. Mezclar hasta lograr una masa uniforme. Llevar al frío y luego estirar la masa hasta dejarla de 5 mm. de espesor. Cortar las galletas con moldes de 4 cm. de diámetro y colocarlas en la bandeja del horno, cubierta con papel vegetal. Hornear a 180ºC durante 9 a 10 minutos.

Glasé: hervir el azúcar con el zumo de naranja y luego retirarlo del fuego. Agregarle el zumo de limón y el azúcar glass y revolver hasta que se mezclen bien.

Colocar las galletitas sobre una rejilla y verter con un cucharón el glasé caliente sobre las mismas.

Con esta receta se pueden hacer unas 80 galletas; yo, de hecho, cociné la mitad; aún así eran muchas, de modo que después elaboré unos paquetitos con varias galletas envueltas en papel de regalo, que a continuación repartí. Y tengo que decir que, mientras lo hacía, pensaba que esta es una buena manera de tener un detalle dulce cuando nos invitan a una cena o una comida, o simplemente cuando acudimos a visitar a alguien . ¿A que quedaron aparentes?

Aroma mallorquín

Creo que mi primer recuerdo del mar, en toda su plenitud y ante su horizonte infinito, me lleva a Mallorca, con apenas cinco años y un inconfundible olor a verano. En ese collage de imágenes está mi tío Porrito mostrándonos el limonero de su jardín, un surtidor de fragancias mediterráneas que inundan mi memoria. Pienso en esas ensaimadas recién horneadas y en la luz transparente de Baleares y quisiera regresar por un momento a la niñez, donde las playas son más blancas, el agua más limpia, los días más largos y el cielo más azul.

En honor a mi familia mallorquina, he tenido la osadía de hacer la ensaimada de la fotografía. Lo cierto es que la receta no era difícil y el resultado ha sido bastante aceptable, así que os propongo que lo intentéis:

Ingredientes: 750 gr. de harina, 4 huevos grandes, 180 gr. de azúcar, 200 gr. de manteca de cerdo, 40 gr. de levadura fresca, 1 vaso de leche y azúcar glass (yo puse la mitad de todo, para que la ensaimada no fuera tan grande)

Elaboración: lo primero que hay que preparar es la ‘masa madre’, mezclando en un bol la mitad de la harina con la levadura diluida en la leche tibia. Una vez conseguida una masa homogénea, se tapa y deja en reposo hasta que doble su volumen.

Cuando eso suceda, añadimos a la masa madre los huevos, el azúcar y la harina restante, en este orden. Amasamos un ratito, formamos una bola y dejamos de nuevo reposar al menos una hora. Estiramos la masa, hasta que quede muy fina y la untamos con una capa de manteca. Después vamos enrollando hasta hacer un cilindro muy largo con el que haremos la forma de la ensaimada. La colocamos sobre una bandeja forrada con papel de horno y dejamos fermentar, si es posible toda la noche, hasta que haya doblado o triplicado su volumen. Precalentamos el horno a 180º  y horneamos durante 15 a 20 minutos. Sacamos, dejamos templar y espolvoreamos con azúcar glass.

¡Por vosotras, primas!

Mis primeros Donuts

Tengo que reconocer que he ido retrasando el momento de hacer estos famosos bollitos, porque siempre me ha parecido que los Donuts eran muy difíciles de hacer, sobre todo de hacer bien. Pero antes o después me tenía que lanzar, aunque fuera únicamente para probar y probarme. En fin, después de repasar recetas, ingredientes y propuestas muy distintas, me decidí por los Donuts caseros que sugiere Isasaweis y ya veis el resultado:

Francamente, pensé que la experiencia iba a terminar peor; sin embargo, en casa les encantó el sabor, la textura y el resultado final y por eso he traído mis primeros Donuts al blog. Personalmente, yo pondría un poquito más de azúcar en la masa y algo menos de mantequilla en el glaseado. Y aunque esta receta no es mía, dedico estos Donuts caseros a mis ‘compis’ de Pilates: Susana, Marisa, Begoña, Carolina, Yolanda y mis hermanas Merche y Carmen.

Vamos con la receta:

Ingredientes: 500 gr. de harina de fuerza, 80 gr. de azúcar, 2 sobres de levadura seca para pan, 5 gr. de sal, 250 gr. de leche, 1 huevo, 40 gr. de mantequilla, aceite de girasol para freír los donuts, ralladura de naranja, cardamomo (es una especia que se puede encontrar fácilmente en el Club del gourmet del Corte Inglés). Para el glaseado: azúcar glass, agua y mantequilla.

Elaboración: en un bol grande se vuelca la harina, el azúcar, los dos sobres de levadura, la sal (en una esquina distinta a la levadura), cardamomo (4 o 5 semillas) machacado y la ralladura de naranja. Se mezcla todo, se añade la leche y el huevo y se va removiendo hasta que la masa se despegue de las paredes del bol. Después se va trabajando esta masa hasta formar una bola que no se pegue a las manos, agregando la harina necesaria. Se aplana y se coloca en el medio la mantequilla blandita. Se envuelve y se vuelve a trabajar la masa, que de nuevo se pegará a las manos, hasta que esto no ocurra (añadiendo más harina). Después, se extiende la masa con un rodillo, dejando esta con un grosor de un centímetro aproximadamente, y se van haciendo los donuts con dos aros de distinto tamaño (un aro de emplatar y un tapón de refresco, por ejemplo). Los donuts se dejan reposar una hora y después se fríen a fuego medio; una vez dorados por los dos lados, se sacan y ponen sobre papel absorbente.

Glaseado: en un bol se ponen dos cucharadas de mantequilla, dos de azúcar glass y tres de agua. Se bate hasta que se deshaga el azúcar y se va añadiendo poco a poco más cantidad de este hasta que la glasa adquiera una consistencia un poco espesa. A continuación, se van bañando los donuts con un pincel y se dejan secar. Si no se desea glaseado, se pueden cubrir los donuts con una mezcla de chocolate derretido con un chorrito de nata líquida.

Yo hice las dos cosas; ¡ya puestos…!

Desayunos sabrosos

Siempre he sido partidaria de los desayunos potentes, sobre todo porque te permiten afrontar la mañana llena de energía. Pero madrugo tanto, que me da una pereza horrorosa ponerme a cocinar a esas horas, así que lo reservo para los fines de semana, que es cuando realmente me apetece poner una mesa bonita, exprimir naranjas o cortar frutas y…¡hacer bollos!. Es verdad que duran muy poquito. Son tan naturales que es imposible conservarlos en perfectas condiciones más de dos días. Pero como están increíblemente buenos, no llegan a durar tanto tiempo. Los de la foto son de hace unos días y todavía los estoy saboreando…Vamos con ellos: Ingredientes:
25 grs. levadura fresca de panadero
125 grs. mantequilla
200 ml. leche
100 grs. azucar
ralladura de limón
2 huevos
600 g de harina. Salen unos 12 bollitos. Elaboración:
Añadir la leche templada a la mantequilla derretida, disolver la levadura en la leche. Agregar el azúcar, los huevos, la ralladura y la harina, amasar hasta que quede una masa lisita que no se pegue en las manos (seguramente habrá que añádirle algo más de harina). Dejar reposar hasta que doble el volumen (puede estar tapado con un film en la nevera toda la noche). Sacar la masa y volver a amasar , darle la forma que queramos, e irlos poniendo en una bandeja de horno con papel vegetal. Tapar y dejar que vuelvan a doblar su volumen.
Meter en el horno 10 minutos a 220º. Cuando esten fríos, espolvorear con azúcar glass.