» Para Ana, con todo mi cariño y en recuerdo de aquellos tiempos que, evidentemente, fueron mejores»
Con esta dedicatoria, me firmó su último libro un buen amigo, conocido en las lides de la política y el periodismo, durante un viaje de fin de semana realizado a Soria hace unos días. Y mientras regresaba a Valladolid y los paisajes iban sucediéndose a toda velocidad por la ventanilla, como fotogramas de una película, pensaba que -ciertamente- ahora que la mediocridad se ha instalado tan cerca de nuestras vidas y cada vez cuesta más encontrar seres brillantes y generosos a los que admirar, algunas de esas personas importantes de las que hemos aprendido se sujetan a nosotros mediante lazos invisibles.
Son los mismos lazos que nos unen a los amigos, que permanecen ahí y resurgen de entre las cenizas con solo chascar la cerilla y prender una llama. Estamos todos tan desmotivados y acobardados por nuestros pequeños y grandes miedos, que no nos damos cuenta de que aún existe algo mucho más fuerte debajo de esas miserias que hoy lo ocupan todo. Y ese algo nos conecta de nuevo, aunque pase mucho tiempo, y permite que vuelvan a brotar sonrisas y recuerdos.
Puede que el lazo invisible más potente sea el que nos une a nuestras madres, cuyo día acabamos de celebrar. Si cierro los ojos, pienso en la mía trasteando en la cocina, con aquellos vestiditos setenteros y esos cardados imposibles, preparando bocadillos de Nocilla y cosiendo en su máquina Singer los dobladillos de las falditas tableadas de nuestros uniformes, hasta dejarse la vista con cada puntada…Sí, se vuelven pesadas y parece que jamás se cansan de preguntarnos las mismas cosas pero…¿cómo seremos nosotras cuando cumplamos veinte años más?
Creo que el amor de una madre es el único verdaderamente incondicional, pase lo que pase y decidamos lo que decidamos. Así es la mía, con sus luces y sus sombras, sus aciertos y sus errores, pero siempre con la mano tendida y la puerta abierta; y eso refuerza y afianza mi lazo invisible con ella.
Hacer un pastel especial parece bien poca cosa, pero es una de mis preferidas cuando quiero expresar lo intensamente que deseo vivir una celebración. Por eso elegí para el Día de la Madre la tarta más bonita de cuantas dan fama a la afrancesada y espectacular confitería Miette de San Francisco: el Tomboy Cake:
Tiene su dificultad, desde luego, pero ¡merecía la pena!, así que abrí este fantástico libro de recetas dulces de Miette y, con algunos cambios e incorporaciones, me puse a la faena:
Ingredientes para el bizcocho:
1 y 1/2 cups de harina (190 gr)
1 y 1/4 cups de cacao en polvo (yo usé Hershey) (115 gr)
1 y 1/2 cucharadita de bicarbonato
1/2 cucharadita de levadura química
3/4 cucharadita de sal
1/4 cup chocolate negro (70% de cacao) cortado en trozos muy pequeñitos (45 gr)
1 cup agua hirviendo (240 ml)
1 cup de buttermilk (240 ml)
1/2 cucharadita de extracto de vainilla
2 huevos tamaño L a temperatura ambiente
1/2 cups de aceite vegetal, de girasol, por ejemplo (120 ml)
2 y 1/4 cups de azúcar (500 gr)
Aclaraciones: el cacao que se vaya a usar no debe llevar Dutch Process, como ocurre con casi todos los cacaos europeos (el de Valor, por ejemplo), por eso utilicé Hershey Cocoa.
Si no encuentras buttermilk, se puede hacer añadiendo a la leche una cucharada de zumo de limón, revolviendo y dejándolo reposar diez minutos antes de utilizarlo.
Elaboración: tamizamos la harina, cacao, bicarbonato y levadura química y reservamos. En un bol, ponemos el chocolate muy picado y añadimos el cup de agua hirviendo, revolvemos hasta que se haya disuelto por completo el chocolate en el agua y dejamos enfriar al menos 15 minutos. En otro bol, mezclamos el buttermilk y el extracto de vainilla.
Ponemos las varillas a la batidora y batimos los huevos a velocidad alta hasta que estén esponjosos (unos 2 minutos). Reducimos la velocidad al mínimo y empezamos a añadir el aceite muy despacio; una vez incorporado el aceite, ponemos a velocidad media unos 30 segundos para asegurarnos que está bien mezclado. Volvemos a la velocidad mínima y añadimos el agua con el cacao, el buttermilk con la vainilla y por último el azúcar, y batimos hasta conseguir una mezcla homogénea.
Empezamos a añadir la mezcla de harina y cacao con una espátula, poco a poco, para asegurarnos de que no quedan grumos en la masa.
Una vez lista, dividimos la masa en dos (esta receta da para 2 tartas) y una de las partes la dividimos en 3 moldes de 15 cm que habremos engrasado con mantequilla.
Colocamos los moldes en el horno precalentado a 170º unos 30 minutos o hasta que al pinchar el centro con una aguja, salga limpia. Sacamos los bizcochos del horno y dejamos enfriar dentro del molde unos 20 minutos, después desmoldamos y dejamos que sigan enfriándose sobre una rejilla. Cuando estén totalmente fríos, envolvemos en papel film y guardamos en la nevera.
Buttercream de merengue suizo
Ingredientes: 100 gr de claras pasteurizadas bien frías, 200 gr de azúcar glass, 1 cucharadita de cremor tártaro, 300 gr de mantequilla sin sal, (lo sé: bomba calórica, pero está impresionante), 1 cucharadita de vainilla, colorante rosa.
Elaboración: lo podemos hacer con la Thermomix, o la Gourmax. Para ello, ponemos la mariposa en las cuchillas y echamos las claras, que estarán bien frías, el cremor tártaro y el azúcar glass (debe ser industrial); programamos 8 minutos, temperatura 50º, velocidad 3 y 1/2. El merengue estará muy blanco y brillante y hará picos, pero no muy estables. Metemos el vaso de la máquina en el frigorífico durante una 1/2 hora o hasta que lo toquemos y notemos frío, así la mantequilla no se derretirá demasiado impidiendo que se monte la crema. Mientras, vamos preparando la mantequilla, que estará a temperatura ambiente, cortándola en tacos pequeños. Sacamos el vaso del frigorífico y lo montamos en la base de la máquina, poniéndola en marcha sin programar tiempo, a velocidad 1.
Vamos echando por el bocal poco a poco los tacos de mantequilla. No incorporamos el siguiente hasta que el anterior esté completamente integrado; cuando nos queda poca mantequilla, puede parecer que la crema se corta, pero casi enseguida se nos va a montar y adquirirá la consistencia adecuada. Cuando incorporemos toda la mantequilla, añadimos la esencia (yo puse una cucharada de fresa en pasta, pero podría ser mermelada también) y el colorante y mezclamos 1 minuto más a velocidad 3 y 1/2.
Rellenamos una manga pastelera y ponemos el buttercream entre las capas, de afuera hacia adentro.
En la capa de arriba hacemos lo mismo, pero alisamos el interior con una espátula y decoramos con una rosa de fondant, ¡mi primera rosa de fondant!
Esta semana, mientras veía la lluvia golpear los cristales, pensaba en lo mucho que le está costando abrirse paso a esta tardía primavera.
Los tímidos rayos de sol, que ya van asomando, auguran que todo renacerá de nuevo porque está ahí, como siempre, igual que esos arcos sorianos de San Juan de Duero, que contemplan el paso de los siglos y permanecen casi intactos, como los lazos invisibles que nos unen a las personas importantes, esas que nunca nos decepcionan aunque no siempre acierten.